
“Representaba el mundo de la alta costura: el auténtico, el antiguo. Un mundo que ya casi ha desaparecido”, escribía en su Twitter Pierre Bergé, socio empresarial de Saint Laurent durante casi toda su vida.
Además de por su legado estético, Scherrer pasará a las hemerotecas por una frase que resume la tumultuosa historia empresarial de su firma y refleja un sentir más común entre los diseñadores de hoy que entre los de entonces. “Me han despedido como a un barrendero”, declaraba a WWD en 1992, después de que el grupo japonés Seibu, propietario de la firma desde 1990, decidiese reemplazarle por el joven diseñador Eric Mortensen. “Karl Lagerfeld entiende Chanel y hace cosas con estilo. Pero Chanel está muerta y yo no”, reflexionaba el modisto. Stéphane Rolland llevaría las riendas de la casa desde 1998 hasta su desaparición en 2008.
Un triste cierre para una carrera que comenzó con un traspié. El joven Scherrer soñaba con ser bailarín pero después de que una lesión truncase sus expectativas decidió ingresar en la escuela de la cámara sindical de alta costura de París. Dio sus primeras puntadas en Dior, donde coincidió con Saint Laurent. Primero, siendo ambos aprendices, y después, a sus órdenes cuando el inventor del esmoquin femenino fue llamado en 1957 para sustituir al fundador de la casa. Los lazos de Scherrer con Dior se mantuvieron siempre fuertes. Su última salida fue, precisamente, para presenciar el debut de Raf Simons al frente de la alta costura de la maison parisina. Desde entonces, solo abandonaría el hospital para celebrar su último cumpleaños entre amigos.
SU ESTILO. Jean-Louis Scherrer se consolidó como un maestro en el estilismo. Sus faldas de lunares de cintura ceñida y la apuesta por unos hombros desnudos o marcados, fueron también señas de identidad de la casa Scherrer.
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